Nabilah miro a su alrededor disimuladamente. La
hembra, Lohrena, estaba tumbada sobre un colchón mugriento y parecía estar
inconsciente. Esperaba que no se despertara ya que el estrés de la situación en
la que se encontraban, podía provocarle un parto prematuro. Algo que resultaba
mortal en su raza.
Y puesto que a esta chica aun le quedaban 3 meses…
Mejor ni pensarlo.
El macho con pinta de loco, andaba de un lado a otro
en lo que parecía un enorme almacén vacío. Estaba murmurando. Hablándose a sí
mismo, pero Nab no podía entender bien lo que decía.
Respiró hondo, dándose cuenta de su postura. Estaba
atada a una silla en una postura bastante incómoda.
Lohrena gimoteó y Muhrder se desmaterializó a su
lado.
- ¿Estás bien nalla?
- ¿Qué estás haciendo Muhrder? Sabes que toda la
hermandad va a venir por ti.
La sonrisa de Muhrder era distorsionada y realmente
aterrorizadora. Lohrena se agarraba la barriga de manera protectora mientras el
macho seguía hablando.
- ¿Pero no lo entiendes? Quiero que vengan nalla.
Quiero que vean como tú y yo formamos nuestra familia, por fin.
- ¡Estás loco! Mi familia es Rhage, mi familia es la
Hermandad, Rhage es el padre de mi hijo y él lo es todo para mí. ¡Tú te
llevaste a nuestro hijo y lo volviste loco! ¡Tohrture está muerto por tu culpa!
Nab hizo una mueca al oír las palabras de Lohrena.
Con lo inestable que estaba Muhrder, no debería de provocarle de esa manera.
Solo esperaba que la Hermandad las encontrara pronto. Tenía muchas ganas de
volver a ver a los gemelos.
*-*-*
Lohrena sabía que estaba empeorando las cosas, pero
no podía callarse. Él no era el padre de su hijo, él no era nada de ella.
Rhage sin embargo… lo era todo para ella y había
tardado demasiado en darse cuenta. Con o sin maldición, Rhage era el macho de
su vida y sabía que jamás la haría daño. Y a su hijo, menos. Solo esperaba que
la encontrara a tiempo, porque no había ninguna duda de que la estaría
buscando.
Los ojos de Muhrder brillaron rojos.
- No me vas a quitar a mi hijo.
- No. Es. Tú. ¡Hijo!
La bofetada que Muhrder le dio, la tiro hacia atrás
en el colchón y por un instante se quedó sin aire. La mejilla le ardía y podía
notar la sangre deslizándose por su cara.
Vio como los colmillos de Muhrder se extendieron al
oler la sangre y el miedo que había sentido al ver el dragón de Rhage, no era
nada, comparado con el terror que sentía ahora. ¡No pensaba dejar que este
macho bebiera de ella!
Sintió una gran punzada de dolor en el vientre y
miro a Nabilah aterrorizada.
No era posible, ¡era demasiado pronto!
La cara de lastima de la doctora, lo decía todo.
Lohrena estaba de parto.
Y ni ella ni su bebe, iban
a sobrevivir.
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