sábado, 18 de enero de 2014

Trusting Lover - Capítulo 5

Lohrena salió del coche asustada, corriendo para llegar a su casa. ¿Qué coño acababa de ver? ¿Qué le pasaba a Rhage? Eso de los ojos no era algo que los vampiros pudieran hacer, y esa voz... Tenía que ser otra cosa... ¿pero qué? Igual lo que le pasaba no era la necesidad, igual era otra cosa con la que ella no le podía ayudar. Espero detrás de su puerta, en cualquier momento Rhage arrancaría y se marcharía... con sus compras. Bueno, tendría que ir más tarde. Esperó y esperó, pero Rhage no se había marchado aun. Con cuidado, se asomó y se sorprendió al ver el coche hortera de Víctor, o V, como lo había llamado Rhage. Rhage seguía dentro del coche, con la cabeza hacia atrás y los ojos bien cerrados. No podía dejarlo así, tenía que ayudarle.

Él había sido amable con ella, la había tratado bien, la había alimentado y sacado de esa jaula para traerla hasta aquí. Aunque era un hermano, si estaba pasando por su necesidad, no merecía sufrir así. Ella le tenía que ayudar de alguna manera. Sabía que no era posible que se repitiera la historia, y no solo porque ahora conocía a la hermandad. Además, ella no sentía nada por Rhage, como lo que había sentido por Muhrder, por lo que no sufriría si la rechazaba después. Sería su manera de agradecerle su amabilidad.

Sabía que se suponía que odiaba a la hermandad y a todos sus hermanos y que debería de querer vengarse por haberla mantenido cautiva, pero la verdad era que su opinión sobre los hermanos había cambiado radicalmente. Habían hecho lo necesario para proteger a su raza y no la habían tratado mal, ni la habían hecho sufrir deliberadamente. Así que ella no podía dejar sufrir a Rhage. No sabía porque sus ojos se habían puesto blancos, pero decidió no tener miedo. Por alguna razón, sabía que Rhage nunca le haría daño. Había salido corriendo del coche por impulso, por no saber qué pasaba, pero se había decidido. Salió de su casa y fue hacia el coche de Rhage.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

El dolor que recorría el cuerpo de Rhage era atroz. Su necesidad había llegado de lleno. No era capaz de conducir así y desmaterializarse ya no era una opción. Pero tenía que irse. El saber que Lohrena estaba tan cerca. Su bestia también estaba agitada porque sabía lo que le esperaba a Rhage. Sabía que había asustado a Lohrena, tanto que había salido corriendo... y no la culpaba. Masticó otra piruleta esperando que se le pasara un poco el dolor para poder desmaterializarse, volver a la mansión y encerrarse en la jaula. Si no hacia eso, era capaz de volver aquí en busca de Lohrena. Igual que había hecho John con Kihara.

Se le ocurrió otra idea, llamaría a alguno de los hermanos, para que vinieran a recogerlo, tardarían un poco pero media hora de tortura era mejor que hacer el tonto delante de Lohrena y rogarle que le dejara hacerla suya. Unos suaves golpes en la ventanilla lo sobresaltaron y vio como Lohrena abría la puerta del coche.

- Rhage ven, entra en casa, puedo ayudarte.

Habló con los dientes apretados. La tentación era demasiado grande...

- No.
- Rhage, se por lo que estás pasando. Puedes usarme a mí.
- No. No voy a hacerte... pasar por eso.
- Rhage... déjame que te ayude.

Lo tocó y debió notar como su piel ardía.

- Rhage, vamos a la casa ahora mismo.

Su tono autoritario lo puso aún más duro de lo que ya estaba y su control pendía de un hilo.

- Lohrena, lárgate. No quiero hacerte daño.
- No lo harás. Ven.

Rhage se agarró al volante temblando, notando como el dragón se agitaba cada vez más. ¿Dónde estaba la Virgen Escriba? Normalmente cuando había llegado a este estado, ya le había ayudado con su maldición. Y Lohrena no le dejaba en paz.

- ¿Quieres hacerlo en el coche? Genial, vamos a darle un espectáculo a los vecinos y cuando amanezca no sé qué haremos pero...

Su mano se movió sobre su bragueta y Rhage siseó, moviendo las caderas involuntariamente. Puso su mano sobre la de ella, aunque no sabía si para quitarla o apretarla más contra su dureza.

- Lohrena no sabes lo que estás haciendo.
- Sí que lo sé.

Rhage la miró desesperado. Sabía que no debía, que ella ya había sufrido bastante en el pasado, pero su cuerpo pedía a gritos que fuera con ella y se enterrara en su cuerpo hasta perder el sentido. Y dejarla embarazada.

- No soy Muhrder. Yo no te dejare sola. Nunca.
- Lo sé. Ahora ven, entremos en la casa. 

6 comentarios: