Esto era el cielo.
Había muerto y llegado al cielo. El calor que sentía en los labios y que le
recorría el cuerpo, no podía significar otra cosa. Qhuinn… podía sentirlo.
Intento abrir los ojos pero no podía. Probó mover los brazos, las piernas, los
labios. Nada. Y así, tan rápido como había llegado, el calor de los labios de
Qhuinn, se esfumó. Estoy soñando. ¿Por qué no puedo despertar? No sabía si
estaba muerto o dormido, y le daba igual, siempre que pudiera volver a sentir
los labios de Qhuinn, sobre los suyos. Antes de poder pensarlo más, la
oscuridad lo envolvió de nuevo, haciendo que cualquier pensamiento quedara
olvidado.
Una semana después:
Qhuinn paseaba de un
lado a otro en el pasillo de la clínica de Havers. Una semana. Siete malditos
días llevaba Blay en coma. Y Qhuinn no podía más. Se estaba volviendo loco de
la preocupación. Havers le aseguraba que Blay evolucionaba bien, y él mismo
veía como se le estaban curando las heridas y le volvía el color, pero no
entendía por que no despertaba. Havers no tenía respuesta y repetía que lo
único que podían hacer, era esperar. Después de las operaciones, lo habían
movido a una habitación individual y Micaela continuaba alimentándole a ratos,
ya que solo podía darle unas pocas gotas cada vez. Según Havers, esto le
ayudaba, pero tenían que ser pacientes.
Los hermanos se
turnaban haciéndole compañía, ya que él se negaba a abandonar la clínica y
separarse del lado de Blay. John y Kihara estaban siempre pendientes de él, asegurándose
de que comiera, descansara y de que tuviera ropa limpia para poder ducharse y
cambiarse. Estaba en el pasillo con Kihara mientras John había entrado a la
habitación con Blay. Una de las enfermeras, Ehlena, le llevo un café y como
siempre, le sonreía con compasión.
- Se pondrá bien, ya lo
veras.
Él no le creía del
todo, pero le dio las gracias.
John salió de la
habitación, como buscando algo a su alrededor, y evitando su mirada. ¿Qué
demonios estaba pasando?
- Ehlena, ¿podrías
llamar a Havers por favor?
- Si claro. Ahora
mismo.
- John, ¿qué pasa?
Kihara se adelantó a la
pregunta que se le había quedado atascada en la garganta. Qhuinn se levantó,
dejando el café olvidado en una mesita.
- ¿John?
- Nada Qhuinn. Solo
quiero que Havers le eche un vistazo a Blay.
- ¿Por qué? Dime la
verdad. ¿Ha empeorado?
John miró a su amigo
para hablar cuando Havers llego.
- ¿Me habías mandado a
llamar John?
Sin dejar de mirar a
Qhuinn, John respondió.
- Si doctor. Blay ha
despertado.
Vio como el doctor
Havers entró en la habitación y escuchó la conmoción en el pasillo.
- Dejadme entrar. Tengo
que verle.
- Ahora no Qhuinn.
Después puedes entrar.
Havers lo observó
detenidamente.
- ¿Que tal te
encuentras Blaylock?
- Bien.
Su voz sonaba rasposa y
ronca.
- De acuerdo, muy bien.
Déjame hacerte unas pruebas y comprobar el estado de tus heridas antes de
llamar a Micaela.
- ¿Micaela?
- La elegida que te ha
estado alimentando. Ahora que por fin estas consciente, puedes alimentarte bien
y terminar de curarte del todo. Y después de eso, tu amigo Qhuinn puede entrar
a verte, ha estado…
- ¡No!
Havers lo miró
sorprendido. Carraspeó.
- No quiero ver a
Qhuinn. No quiero ver a nadie.
Havers asintió y
comenzó las pruebas y comprobaciones.
Cuando Blay había
abierto los ojos, casi había esperado ver a Qhuinn a su lado con cara de
preocupación. Sin embargo, no había sido él. Había sido John el que le saludó y
salió a avisar al médico. La decepción que eso le había causado, era demasiado.
No quería volver a ver a Qhuinn. Al menos por ahora.
Qhuinn esperó
pacientemente a que Havers hiciera lo que tuviera que hacer y luego a que
Micaela alimentara a Blay. Cuando la elegida salió junto al doctor, Qhuinn fue
a entrar, pero la delicada mano de la elegida, lo detuvo.
- El soldado Blay desea
estar solo.
Qhuinn miró de ella a
la mano que había posado sobre su pecho.
- Con todos mis
respetos elegida, yo…
Havers lo detuvo antes
de que pudiera decir más.
- Blay no puede recibir
visitas por ahora. Lo siento Qhuinn. ¿Por qué no vas a casa a descansar?
- Eso de las visitas va
solo por mí, o…
- No puede recibir
visitas de nadie. Al menos por el momento.
Qhuinn se volvió a
sentar en su silla del pasillo.
- Bueno doctor, pues
cuando pueda recibir visitas, aquí estaré.
- Blaylock, el rey
quiere verte. No me puedo negar más.
- Esta bien, que entre.
Tarde o temprano tendré que dar la cara.
El medico desvió la
mirada.
- El rey ha dado
permiso para que el primero en visitarte sea…
- Qhuinn.
Blay suspiró mientras
el medico asentía.
- De acuerdo, que pase.
Al ver el enorme cuerpo
de Qhuinn entrar por la puerta un minuto después, su corazón dio un vuelco. Lo
miró a los ojos y volvió a sentir mariposas en el estómago, como siempre que lo
veía.
- Hola Qhuinn.
- ¿Me puedes decir en
qué coño estabas pensando cuando saliste solo, a luchar contra unos antis?
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